domingo, 4 de diciembre de 2022

La niña de 9 años que heredó la funeraria de su padre y decidió administrarla.

 Aniko tenía 9 años cuando murieron sus papás. Su tío Raúl le explicó que todo lo que tenían ahora era de ella: la casa y el negocio de papá.

—¿Dónde trabajaba papá?  

—¿Nunca te lo contó?

—No, cuando llegaba a casa jugaba conmigo y no me explicaba nada de su trabajo.

—Tenía una funeraria que ahora es tuya.

—¿Qué es una funeraria?

—Bueno —se quedó atascado Raúl, ¿cómo explicarle qué es una funeraria a una niña de 9 años que acaba de perder a sus papás y que no tiene una idea muy clara de lo que es la muerte—. Verás, es un lugar a donde llevan a las personas que han muerto y allí van sus familiares y amigos a despedirse.

—Por qué no se despiden en sus casas?

—Hay veces que conocen a mucha gente y la casa se les queda pequeña, en la funeraria hay más espacio y saben lo que deben hacer. Hay una capilla para hacer un responso y ellos se encargan de llevarlo al cementerio. —Raúl pensó que quizás le había dado demasiada información de una vez pero no sabía explicarlo mejor.

Aniko se quedó pensando. Hoy había tenido que despedirse de sus papás y había sido muy triste, ¿cómo podría ella dedicarse a despedir muertos todos los días? Pero si su papá lo hacía y llegaba contento a casa cada tarde, no debería ser tan malo.

—Creo que me gustará hacerlo —dijo muy seria—, será bonito consolar a otras personas igual que hoy me habéis consolado a mi.

 

Y aquí podríamos explicar cómo se las ingenió para llevar la funeraria con sólo 9 años y las innovaciones que hizo con su mentalidad infantil pero entonces ya no sería un relato corto.

 

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